A todos nos ha pasado que, a veces, se nos olvidan las
cosas. No recordamos donde pusimos las llaves de casa o, como se llamaba el
chico con el que ligaste la noche anterior.
Pero, ¿qué pasa
cuando eso se repite cada día haciéndote la vida un infierno? Pues pasa, que lo
tuyo son nimiedades y lo mío, es una mierda como 5 catedrales Sagradas Familias
juntas, y aún así, me estoy quedando corta.
No es tan sólo que se te olvidan nombres, o números...
No. La niebla cerebral son palabras mayores.
Llegas al extremo de dudar de si habías estado
hablando hace cinco minutos atrás. Y siendo así, ¿de qué? Ya os podéis imaginar
la cara de la persona que está a mi lado cuando pregunto:"Oye, tú y yo
hemos estado hablando, ¿verdad?" Su cara no es un poema, es una oda.
Llegas a olvidar en un abrir y cerrar de ojos como
hacías algo que llevas toda tu vida haciendo o, meses atrás. Las que más logro
recordar sin que se me queme el cerebro por ello son:
- la vez que me quedé helada con un bolígrafo en la
mano siendo incapaz de recordar como era mi firma. Y mira que la mía es
simple, pero tuve que echar mano del DNI.
- La vez que no supe como encender el iMac. Yo creo
que el puñetero botón jugó al escondite conmigo aquel día.
- Y la más
reciente... Como narices me pongo los tapones de los oídos!!! Conste que lo
hago cada noche. Pues el otro día, después de habérmelo puesto, se me cayó.
Pues en ese exacto momento, mi cerebro se desconectó "Su cerebro está
apagado o fuera de cobertura en este momento", y ahí estaba yo, tumbada en
la cama, en la más completa oscuridad, tratando de adivinar, sin suerte, como
insertarlo de nuevo en mi oreja. Y los necesito porque mi marido no es que
ronque. Lo suyo son rugidos de león a través de unos altavoces de máxima
potencia.
Y por si esto fuera poco, tienes los momentos en que
no sabes comunicarte. Yo es que, ya no es que haya nacido rubia y puede que
saber tres idiomas es demasiado para mi cerebro; no. No soy capaz de poner las
palabras en orden y expresarme. Y para alguien que siempre ha adorado escribir,
es lo peor de lo peor.
No me falta inspiración. Lo digo por si alguien más se
suma a lo que muchos me dicen. Tengo las musas azuzándome a saco, venga ideas,
a todas horas. Yo creo que no me ven perdiendo pelo y llorando, no le ponen
freno. Mi cabeza es un hervidero de imágenes pero mi cerebro no es capaz de
ponerles palabras. Aún me sorprende que mi cabeza siga teniendo las mismas
dimensiones y no haya explotado.
Y si tengo que hablar, apaga y vámonos. A veces hablo
tan lento porque las palabras vienen en cuentagotas, que la gente cree que soy
Dori hablando balleno.
Antes lloraba más que la Zarzamora y creaba nuevos
ríos en la península, pero ahora, soy capaz de no perder la calma. No es fácil.
A veces me gustaría abrirme la cabeza, extraerme el cerebro, mirarnos
mútuamente a la cara y decirle: "Eres el mayor cabronazo que he conocido
en mi vida, y mira que tú y yo sabemos que de esos los he tenido a
bofetadas". Pero es lo que hay.
Sigo ahí, con
paraguas bajo la tormenta y a ratitos dejando que las gotas acaricien
este cuerpo tatuado de dolor y cansancio.